25/04/2024

CHANEL RECUERDA QUE EL DÚO BLANCO Y NEGRO PUEDEN SER PARA EL VERANO

En un desfile que no ha podido suceder en el Grand Palais (por reformas), Virginie Viard trae de vuelta clásicos de la casa para contextualizarlos en los meses de calor.

Parecía casi imposible visualizar un desfile de Chanel fuera del Grand Palais, pero ha sucedido. Y no por cuestiones relacionadas por la situación sociosanitaria, sino por algo más prosaico como unas renovaciones. Pero no hay nada que a la maison se le resista, y si hay que recrear el espacio del palacio en el Campo de Marte, se recrea. Una demostración de magia y poderío que en esta colección de primavera-verano 2022 puede condensarse precisamente en esos términos: recrear, recordar, regenerar, regocijarse. Porque no solamente se ha construido un Grand Palais provisional, sino que se han recuperado clásicos de Chanel para contextualizarlos en el verano, pero también en el aquí y ahora. Con una buena dosis de esa nostalgia que tanto cautiva al público y que, para qué mentir, suele ser sinónimo de grandes ventas.

La primera muestra de ello está, como han comentado algunos de los asistentes (entre ellos, Vanessa Friedman), en la situación de la pasarela. Además de estar elevada, también ha estado flanqueada por una nube de fotógrafos que se han colocado en cualquier espacio libre, como sucedía en los años 80. También recuerda a esa época la actitud de las modelos al desfilar, muy alejada de la neutralidad. Ha habido vuelos de vestidos, giros marcados y toda una serie de gestos que recuerdan tanto a esos años como a los posteriores, cuando las supermodelos empezaban a ser un fenómeno imparable. Referencias a una década que está presente una vez más en las creaciones de Virginie Viard.

Los accesorios y muchos de los cortes que han aparecido sobre la pasarela remiten a ese exceso eighties que casi siempre funciona y que, en la actualidad, se ha convertido en una especie de territorio seguro en el que muchas personas encuentran resguardo. Incluso entre las cadenas y los ribetes, incluso cuando el maximalismo se hace fuerte: resulta familiar y eso genera seguridad, una idea de la que parece casi imposible desprenderse, aunque la nueva normalidad se parezca cada vez más a la vieja. Pero una de las actualizaciones más sobresalientes ha sido la de realizar una nueva oda al blanco y negro, un binomio atemporal que ha definido durante mucho tiempo tanto la elegancia como las máximas estéticas de la casa Chanel. Y aunque el combo de color atesora un gran peso visual que a veces parece más propio de meses frío, Viard ha vuelto a demostrar su versatilidad tiñendo conjuntos que, a veces, son directamente bañadores.

Las bikinis son difícilmente eludibles gracias al contraste de los vivos, pero sucede lo mismo con los bañadores que se cubren con faldas de red fina y brillante coronadas con cinturones de lazos y camelias. El dúo cromático también se adueña de mallas de ciclista junto a tops tubo con tirantes hiperfinos de cadenas, conjuntos de minifalda y tops de escote halter, o de vestidos y chalecos de lentejuelas. Incluso de piezas que se alejan del concepto de elegancia normativa que a veces el público masivo puede atribuir a Chanel, como los pantalones de tiro bajo con aberturas y un cropped top con el logo de la casa.

El logo y todos sus derivados también ha vuelto a adueñarse de abrigos cortos y vestidos, otras piezas fundamentales cuando se cortan en tweed. El icónico tejido que define bien, muy bien, a la casa tenía que estar presente en la colección estival. ¿Lo curioso? Que lo ha hecho en su versión más tradicional, es decir, en faldas que coquetean con la línea de la rodilla y en chaquetas rectas. Pero aquí también hay margen para la reinvención gracias a mallas y pantalones pirata que se combinan con bodies ajustados y dorados. La máxima parece clara: cuando parece que los límites no dejan margen a la sorpresa, hay que romperlos. Con cuidado, eso sí.

Los 80 y los 90 se fijan una y otra vez en la retina gracias a todos los conjuntos con el mencionado logo (no han sido pocos) y también (por qué no) gracias a los estampados finales en los que el negro apaciguaba la mezcla de color. Incluso gracias a los petos, como el de piel con un pequeño acolchado en la zona del pecho. Pero, aun así, también es posible rastrear reminiscencias a los 60 en los vestidos rectos con cuello ligeramente alto y en los abrigos que replican esa silueta evasé.

El corolario parece claro: los iconos pueden seguir sorprendiendo pase lo que pase. Sea invierno o verano.


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